Las predicaciones populares fueron uno de los hechos sociales más interesantes de la España postridentina. Sus métodos se mantuvieron idénticos hasta el siglo XVIII, dando muchas veces unos resultados espectaculares. La figura del misionero o del fraile itinerante de palabra directa y de recursos emocionales típicamente barrocos, siguió recorriendo la Península, y en especial la zona castellana y andaluza. Esto ocurría pese a la desconfianza que despertaba en las personas más abiertas de la época. Su máximo exponente fue el Beato Diego José de Cádiz, al que llamaron el Gran Apóstol de España.